miércoles, octubre 05, 2005

Mordisco

Llamó anoche mamá yy me dijo que al final TíaVicen se había levantado y me puse triste y sentí cierto asco de mí mismo. A veces no puedo aguantar el ritmo en mi constante y angustiante lucha contra la desidia: dejo las cosas que debo hacer. Es entonces cuando hago una visita relámpago a Asturias y me digo: tienes que visitar a la TíaVicen. Me digo luego: bueno, puedo hacerlo en cualquier momento. Porque la TíaVicen vive en el mismo edificio que mamá, sólo dos pisos más arriba y solo tengo que coger la escalera para plantarme en su puerta en menos de un minuto y entonces darle dos besos, aguantar que me riña un rato por mi pelo y por estudiar una carrera estrafalaria y por tener rotos los pantalones; asomarme con ella al balcón y escuchar otra vez que los vecinos de enfrente seguramente son etarras porque hacen cosas raras (como dormir en colchones en el suelo) y reírme un rato y luego recibir, tal vez, algo de dinero y volver a mis cosas, que son fundamentalmente no hacer nada o estar en el bar. Pero, incluso con lo poco que cuesta, a veces no lo hago. Me digo que lo haré más tarde, o mañana, sabiendo en el fondo que no lo voy a hacer. Resulta que es lo que ha pasado este finde. La TíaVicen llamó a casa y preguntó por mi la noche antes de mi partida. Me puse y le dije que me tenía billete para las 9:30 de la mañana, que podía visitarla antes de irme. Ella dijo que era muy temprano, que aún así la despertara. Por la mañana me mentí diciendo que no quería molestarla, la TíaVicen es una anciana y no madruga. Me mentí porque en realidad lo importante es que no me apetecía. A cerrar la puerta de casa tras de mí oí el teléfono sonar al otro lado, hice caso omiso y tome el ascensor. Era la TíaVicen, me dijo mamá anoche, que se había levantado para verme cinco minutos, y lo peor es que yo ya sabía que era ella la que llamaba, y peor aún, que ya sabía que se iba a levantar ella solita, que no la iba a tener que despertar porque me quiere. Aún así tomé el ascensor, digo, y me fui derechito a la estación, muy de mañana. Y ahora me muerde un animal que albergo en el bajo vientre, será la conciencia, si es que yo uso de eso.

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