miércoles, febrero 22, 2006

Ese momento mágico

Qué bien, conseguir escapar de la Fnac indemne con tres discos robados cuando ese segurata tarugo cejijunto me llevaba siguiendo un buen rato y salir a la calle Preciados sintiéndome James Bond o Arsenio Lupin o cualquier elegante ladrón de guante blanco, y así bajar hasta Sol en la marabunta de gente escuchando en mi cabeza la banda sonora de una peli de acción y con tan buena suerte que, una vez sumergido en el metro, me enfrento a las escaleras de la línea tres dirección Delicias y veo que allá abajo empiezan a aparecer los viajeros apresurados y que, por tanto, el tren acaba de llegar y está allá abajo esperándome, pero solo por unos instantes, así que bajo a toda prisa, saltando los escalones de tres en tres, esquivando a viejas y maleantes -que a veces vienen a ser lo mismo- y una vez abajo doblo la esquina y ahí está el vagón, sigo corriendo, derrapando, resbalando, giro sobre mi mismo ejecutando un reverso perfecto para esquivar a una señora con bolsas de El Corte Inglés y cuando ya estoy a punto de llegar a las puertas reparó en que en ese vagón no cabe ni un alfiler ni una sardina más así que rápidamente giro la vista a la derecha y resulta que la siguiente puerta deja hueco libre en su interior y sin parar de moverme tuerzo in extremis, cambio de rumbo, recorro a zancadas los últimos metros y finalmente, por fin, entro en el vagón de la misma forma que un saltador de longitud toma tierra después de recorrer unos cuantos metros ingrávido flotando en el aire, ante la mirada entre atónita y asombrada de todos los viajeros. Definitivamente soy un héroe.

Lo malo es que en ese justo momento en el que yo piso el vagón y me recompongo la ropa y el pelo las puertas deberían haberse cerrado a mis espaldas atrapándome casi y el tren emitir un furioso pitido y arrancar a toda máquina, misión cumplida. Pero lo que en realidad pasó es que esperó del orden de treinta o cuarenta segundos más inmóvil, con las puertas abiertas y todo mi peripecia, toda mi acrobacia, toda mi astucia y heroicidad se esfumó y simplemente me sentí rídículo. Así que me puse a silbar.

lunes, febrero 13, 2006

Amor vecinal y dedos rotos


Bien, me han pasado esta instantánea y la he considerado, instantáneamente, de gran interés para ustedes. En ella salen retratados Ale -cómo no- e Isaac, al que les presento en imagen por vez primera. Isaac es el novio de Ale y vive con Guillermo -que es el tipo que sale al fondo y que alguna vez han visto- en la calle de enfrente en otro de los puntos neurálgicos de la movida juvenil del barrio de las Delicias, el nuevo Soho madrileño. El pobre Isaac -ser maltratado por la vida- se fracturó el meñique en extrañas circunstancias navideñas y le colocaron la notable escayola que se muestra en la foto. Afortunadamente se la han quitado hace apenas un par de días, olía a ajo. Al pobre Isaac le ha quedado una muñeca más delgada que la otra y se pasa el día jugueteando con una pelota rosa en lo que él considera una rehabilitación. Diré en su descargo que en su convalecencia nunca se le puso por delante la escayola a la hora de intentar cocinar o hacerme los trabajos de la facultad, aunque su actividad preferida era, sin ningún lugar a dudas, estrangular cariñosamente a Ale por los bares o golpearse la cabeza con la escayola produciendo un ruido la mar de desagradable.

miércoles, febrero 08, 2006

Malasiesta

sueño con edificios muy altos sueño con un policía que introduce piedras en mi garganta sueño con una herida sangrante en el corazón que alguien me cose con lana morada sueño que nunca cicatriza sueño con gente que esconde su rostro tras las palmas de sus manos sueño con un barco gigantesco que cambia de rumbo en una noche polar. He conseguido dominar mi sueño: apoyo mis manos entrelazadas sobre el espacio vacío y salgo volando, como me enseñó un maestro. He sentido la terrible angustia de no poder despertar, de soñar que despierto y no despertar, de volver a soñarlo una y otra vez y extenderlo hasta el infinito: gritar gritar gritar y que no suene nada nada nada.

jueves, febrero 02, 2006

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Por eso trato de ser breve. Yo sé que ustedes que me leen son gente atareada y no tienen mucho tiempo. Que el mundo está loco en estos días y gira muy deprisa. Que estamos todos muy nerviosos. Y no quisiera yo robarles nada de su vida ajetreada enredándoles en frases perniciosas.

Yo sé también que en este mundo muchos dicen que una imagen vale más que mil palabras. Que los que amamos a las letras tenemos la batalla perdida de antemano, si no la guerra. Que cuesta mucho esfuerzo concentrarse y mirar lento cada línea. Pero no pierdan la esperanza, tal vez esto sean también imágenes, imágenes que pinto en su cabeza.

Por lo demás pasé la tarde en casa enfréntandome a libros y problemas. Y ahí les pongo una foto de esta tarde, aunque valga menos que una mierda. Tres palabras y media.