miércoles, marzo 29, 2006

Videoclip

Dicen que cuando uno está cerca de la muerte su vida le pasa ante los ojos como si fuera un videoclip de reggaeton, es decir, la visión del médico que te saca de entre las piernas de tu madre -ante la mirada entre atónita y asqueada de tus futuros seres queridos- ataviado con grandes cadenas doradas y símbolos del dolar, tu madre moviendo el cucu el día de tu primera comunión encima de una mesa familiar, tu padre vestido con pantalones anchos, camiseta de los Knicks y gorra puesta de lado la primera vez que montaste en bicicleta, en fin, nalgas mulatas bamboleándose como gelatina, y dale don dale, y baila morena, perreo pa los niños, perreo pa las nenas, y tus primas semidesnudas contoneándose orgullosas de sus peinados afro aquel agosto de los ochenta en Torremolinos. Ya saben, todo eso.

Algo así me ocurrió un día a finales de otoño, creo recordar, regresando de la panadería a casa con un pan bajo el brazo -tal y como muchos vienen al mundo- por el Paseo de las Delicias -hacía sol y buen tiempo, un bonito día sin duda, algunas hojas aún aguantaban en las ramas de los árboles. Entonces me crucé con alguien, una chica, a la que por un instante, un momento, un nanosegundo creí conocer y luego despareció por el rabillo de mi ojo. Me paré en seco, giré sobre mi mismo frunciendo el ceño y la observé alejarse Paseo abajo. No era ella, aquel no era su culo, ni aquellos sus andares, ni siquiera su pelo se asemejaba al que yo conocía. Extraño. Realicé un giro inverso para seguir mi camino cuando, de pronto, plaf, me sobresaltó un estruendo tres metros delante mío, una maceta que, a juzgar por su velocidad, caía por lo menos de un quinto piso y que estalló en tres mil pedazos ahí delante, ante la mirada sorprendida de una joven en mi misma situación pero tres metros más allá, al otro lado del desastre. Ahí estaba lo que había sido una planta, lo que había sido la maceta y un montón de tierra húmeda y negra. Muchos vecinos y viandantes se pararon murmurantes a contemplar aquel desaguisado.

Es curioso, si no hubiera sido por el cruce fortuito con aquella desconocida que creí reconocer, si no me hubiera dado la vuelta un instante a comprobar que aquel culo era su culo, aquellos andares los suyos y aquella melena la melena que creí ver, probablemente la maceta se hubiera encontrado con mi cabeza tres metros más allá y las dos se hubieran fragmentado en trozos infinitesimales. Y yo hubiera muerto, eso seguro, y nadie se hubiera comido aquella barra de pan. Ya en casa, con la comida sobre la mesa y el pan partido sobre el mantel -y ya no bajo mi brazo- brindé secretamente por aquellas dos mujeres, la conocida y la desconocida, que de alguna forma me habían salvado la vida, pues los caminos del Señor son inescrutables y los hilos invisibles del azar y la realidad muchas vecen hacen nudos marineros.

martes, marzo 28, 2006

Yawn!

Bien: algunas nubecillas allá a tomar por culo casi encima de Getafe -desde aquí se ve el Cerro de los Ángeles-, el bosque de grúas de construcción que levantan un bloque de edificios en al sureste -aunque este bosque parece no florecer-, el gigantesco hospital 12 de Octubre, la voz de Jaime Peñafiel y sus monárquicos problemas que llega de la tele del salón, un café que quema, un cigarro que también. Y sol, sol iluminando primaveralmente la Mancomunidad en la que vivo, las chimeneas, los coches aparcados, esos arbolillos absurdos y ninguna vieja arrastrándose hasta la calle.

Me iré a almorzar a casa de Rory en el barrio de Salamanca y trataré de quitarme de encima esta persistente desidia que me infecta desde hace unos días. Dónde están mis ideas. Y dónde mi vida, caracoles.

jueves, marzo 23, 2006

Víctimas

Qué triste meterse antes con las víctimas que con los verdugos, al final iba a tener razón mi TíaVicen y resulta que soy un hombre atormentado y desequilibrado, si es que llego a eso, a hombre, y si es que esto significa algo, pero es que los verdugos se han quedado siempre en su sitio, sanguinarios, encapuchados, fríos, calculadores, con el hacha cogida fuerte entre ambas manos peludas, donde tenían que estar. ¿me comprenden?, mientras que las víctimas, ay las víctimas, éstas han pasado a la ofensiva, olvidando su papel en la opereta, como un actor rebelde que de pronto hace lo que le da la gana y deja a todos, público, reparto y director perplejos y desorientados.

Porque ¿es lícito que la madre de una niña violada juzgue y condene al violador de su hija? ¿está uno en condiciones de juzgar al asesino de su hermano? ¿o de quien le ha volado una extremidad? ¿No hay jueces para eso, jueces sin hija violada, con hermano y con pierna? Entonces ¿por qué este grupo denominado Asociación de Víctimas del Terrorismo se empeña en dirigir la política antiterrorista? ¿Por qué no fundan un partido político y se dejan de zarandajas?

Y entonces tres encapuchados que parecen alienígenas con boina dicen en la tele -bajo un hacha y una serpiente, bietan jarrai- que hay un alto el fuego permanente y además comprobamos asombrados que el cuerpo del medio pertenece a una mujer o a un hombre con voz de mujer -la voz que suena es definitivamente femenina, gora euskadi sozialista- y aparece ese señor con gafas que preside la Asociación de Víctimas y también aparece la hermana de Miguel Ángel Blanco opinando con la certeza de que su opinión es la autorizada, de que tienen más que decir que yo simplemente porque les han matado a un familiar, y es esto simplemente lo debería hacerles callar porque sus palabras están impregnadas de dolor y de revancha; cuando nunca les importó esto hasta que no se vieron involucrados -la camisa llena de sangre, reventadas las cabezas- y no quieren ningún tipo de negociación y dicen que esto es un chantaje y gritan que es una victoria de los terroristas porque les importa más su propio orgullo y su propia miseria que el bien común, les importa un bledo que haya más víctimas, les importa una mierda que por no acabar con esto de una vez mañana maten a tu mamá cuando esté en una confitería tomando croissant con chocolate, o que vuelen el supermercado donde compras el pan y la leche, o que generaciones de vascos vivan instalados en el miedo, o que tengamos que soportar una política que gira alrededor de un tema anacrónico y repetitivo y sangriento y pegajoso. Solo les importa su propia guerra, el diente por el diente, el ojo por el ojo, an eye for an eye makes the world blind.
Tan viles que ni siquiera su triste condición les ennoblece.

sábado, marzo 18, 2006

Reloj

El segundero pasa del segundo 44 al 45, luego vuelve, da marcha atrás hasta el 44 y sube de nuevo al 45, y luego otra vez, y otra, y otra, así todo el rato, encallado en un segundo, lo veo cada fuckin' noche antes de acostarme, cuando me siento con las piernas ya desnudas en mi catre, antes de tumbarme y dormir; ese extraño reloj instalado sobre un muelle -a veces hace movimientos locos- que mi dulce madre me obsequió hace ya mucho tiempo, no recuerdo, y que me ha acompañado por una larga sucesión de casas y cuartos en los que he vivido los últimos años -locos, como si estuvieran instalados sobre un muelle- y pienso siempre, medio adormilado, que debería arreglar eso, ese extraño reloj que no está parado ni en movimiento, sino obsesionado entre el segundo 44 y el 45 de las 4 horas y un minuto -no sé si de la madrugada o de la tarde- de un día inidentificado del finales del mes de enero, cuando contrajo su neurosis obsesiva y se quedó así, repetitivo, redundante, moviendo la aguja mínimamente como mueve la pata un animal moribundo antes del fin; y me he dicho mil veces, ahogado en pensamientos absurdos, que no sé cual será la implicación de este hecho mínimo en mi vida, si realmente algo se paró aquel día sin nombre o si todas las cosas del mundo y de la vida están conectadas por hilos secretos,y me pregunto si algún día de estos decido cambiarle la pila -y entonces la aguja pasa del 45 al 46 y luego al 47 y se pone a dar vueltas como dios manda-, volverá mi existencia a ponerse en marcha y abandonará la inmovilidad en la que parece que se ha instalado ultimamente. Tal vez solo haga falta eso para que arranque de una puta vez la primavera que no para de darnos avisos para clavárnosla después, tal vez todo el estado atmosférico del planeta dependa de que yo, una tarde aburrida baje al chino a comprar una pila barata y se la ponga a mi reloj raro para espabile y entonces haga sol ya de seguido, que ayer llovió de lo lindo y se les aguó la fiesta, nunca mejor dicho, a esa alegre muchachada madrileña que ama más al vino y a la vida que a la leyes, cosa, por otra parte, lógica y normal ya que lo aberrante y desviado sería lo contrario, una juventud virtuosa y viernes sin borrachera.

jueves, marzo 16, 2006

Perséfone

Y entonces Hades, señor de los infiernos, en vista de toda aquella voluptuosidad, raptó a Perséfone, hija de Démeter, y la recluyó en el inframundo donde la tomó por esposa y le dió a tomar aquellas pepitas de granada que no la permitirían volver a salir a la luz del sol; Démeter en represalia, no sé contra qué ni contra quién, dejó al mundo estéril y sin vida, y todas las cosas y las formas muriendo, y los campos vacíos y desnudas las ramas de los árboles, así que Zeus con la idea de acabar con aquel erial llegó a un pacto con Hades en virtud del cual Perséfone saldría seis meses a la tierra a acompañar a su madre -y entonces todo florecería- y pasaría el resto del año-el otoño, el invierno- a la vera de su esposo; es por esto que ahora que se acerca el equinoccio Perséfone ya se prepara a salir de nuevo, y todos nos echamos a las calles a recibirla con gafas de sol y en manga corta, y yo, después de tanto infierno personal, burocrático, telefónico, corporal, sentimental y gástrico escupo las pepitas de granada del inframundo, le digo adiós al Cancerbero y me pongo el cuerpo y la mente de los domingos para disfrutar de los próximos meses en el mejor lugar del mundo para hacerlo hasta que me salgan las flores por las orejas, los pajaritos cantan, las nubes se levantan.

viernes, marzo 10, 2006

Gastroenteritis

Hace unos años me resultaba fácil provocarme el vómito, solo había que introducir dos dedos exploradores en las profundidades de la garganta y, a ser posible, delante de un cubo de basura y con el estómago repleto de calimocho. Lo hacíamos para tener más espacio, para poder seguir bebiendo, para dejar de marearnos, para volver a casa y enfrentarnos a mamá- a eso de las 11 de la noche- con buen aspecto. De alguna manera era placentero.

Ayer cuando sentí una bola de fuego en el estómago (no como en la acidez, que te arden los pulmones, esto era fuego en las paredes del estómago) le dije a Ale que hacía mucho que no vomitaba -esto era cierto- y que vomitar molaba -yo lo recordaba así. Así que vomité una vez y me sentí mucho mejor, pensé: todo resuelto, vomitar está bien, es como estornudar, se sufre un poco pero luego se siente uno liberado. Tres horas después había vomitado más de diez veces y había comprobado que no es tan placentero cuando no queda nada que expulsar, cuando te duele todo el tracto digestivo, cuando te tumbas, y estás solo, y en principio bien pero según pasan los minutos vuelves a sentir la necesidad irrefrenable de echar la pota, y te ahogas, y no puedes coger aire y sientes el último resto sólido ascender como por arte de magia por tu esófago (son mágicos los movimientos peristálgicos del esófago) y lo expulsas entre gemidos patéticos y la luz de la lamparita de tu habitación te parece más fúnebre y mortecina que de costumbre, toda la noche agarrado a una bolsa de plástico del Mercadona y teniendo sueños extraños y aciagos.

No coman berberechos frescos.

martes, marzo 07, 2006

Tan cierto como que la Tierra gira alrededor de su eje es que los estados emocionales dependen de y tienen su base en la neuroquímica del cerebro y en otras químicas externas con las que uno puede salpimentarlo, venía pensando yo en ese triste viaje en metro de vuelta a casa un domingo a mediodía, siendo blanco de algunas miradas cómplices de conciudadanos que me habían reconocido como un monstruo escupido de las cavernas de la noche -esas ojeras profundas- o como un Orfeo de vuelta de los infiernos, tratando de fulminar su indisimulado interés con los rayos x de mis ojos, tratando de asustar a la criatura que me señalaba y cuchicheaba con su madre -tal vez solo mi paranoia-, tratando de ignorar a esa mujer de mediana edad que se sentaba enfrente -forro polar, pelo descuidado- a la que no sé si mojaba la entrepierna o provocaba repugnancia.

Ayer me levanté azorado, raro, nervisoso, fuera mi propio cuerpo. Si mi estado neuronal se parecía el día anterior a las fallas de valencia ayer era como un entierro en el norte de noruega, y me pasé la jornada tratando de bajar de la montaña rusa emocional en las que a veces uno se sube en los festivos y reconciliarme con una realidad que me parecía gris y absurda: sobretodo acabar con el enésimo experimento mental en el que me sumerjo y salgo escaldado. El día trascurrió a peor pues me descubrí a media tarde escuchando un viejo disco de Los Planetas y experimentando tristezas pasadas que tal vez en su día no experimenté y aún mantenía guardadas. Al llegar las nueve de la noche y tras un pizza congelada toda yonqui decidí que deseaba pasar a un estado de inconsciencia, olvidarme de todo aquello, tener sueños buenos o malos -pero sueños al fin y no realidades- y me mentí en la cama, donde me dió un ataque de acidez de esos que tanto me gustan y tras el que -lo superé con un comprimido de Omeprazol- dormí catorce horas. Hasta esta mañana. En la que todo va mejor.

La familia bien gracias.

sábado, marzo 04, 2006

Y cómo y, sobretodo, por qué negarme a mí mismo que esta noche de cielo naranja Blade Runner voy a salir y a tratar de ser automático como un replicante, con sentimientos como un replicante, así que definitivamente replicante aún sin saber si se sigue viendo Orión a estas alturas del año aunque debería de saberlo por perversión profesional -pero el cielo está naranja Blade Runner y yo no veo nada-, si he hecho planes para ello, si ya casi está todo listo y solo falta ducharse, ponerse más guapo aún y comer algo de comida basura con los vecinos y entonces coger un taxi y trasladarme a nuestro habitual y común sitio de recreo, ese templo de la electrónica macarra pero elegante, bakala pero de vanguardia, que te permite cometer las habituales faltas a la estética, a la moral y a la salud y aún así seguir conservando un halo de intelectualidad simplemente porque todos o algunos incautos nos lo creemos.

Así que después de una semana etílica y suavizante, después de la fiesta marroquí que anoche la vecina desplegó en nuestro (vuestro) salón, después de un puñado de días aferrado a una botella marrón y una siesta psicodelico-cósmica que me llenó de inquietud y de inquietudes, me dispongo valiente, fuerte y convencido a afrontar un nuevo asalto a estados libres asociados de conciencia con Estatuto o sin él, con cese de la violencia o sin él, con víctimas o sin ellas (no haremos prisioneros vivos es la consigna), que a mi ya me da igual y me lo merezco. Porque yo lo bailo.

miércoles, marzo 01, 2006

Que viene


He escuchado -muy levemente, casi dormido- las caricias de la primavera en la puerta de mi cuarto esta mañana. Finalmente, detrás de la persiana se escondía un sol diplodocus. Y todo el mundo ha dicho hoy -preparé paella de pollo para seis-: "ya es primavera". No es cierto, aún quedan veinte días, pero pronto estaremos todos en las plazas como lagartijas al sol, en las terrazas, en los parques. Y es que la vida es suave y fácil cuando uno puede poner su cuerpo al sol, parece que nada más tiene importancia.

Y ahí les dejo una primaveral foto flamenca, o mejor, flamenquita. ¡Ele!