domingo, enero 30, 2011

Las aluncinantes metamorfosis del lenguaje



Año 2040. Conversación entre mi hijo y mi nieto. La cosa iría así:

- Papá, papá, ¿y por qué se llaman móviles?
- Porque cuando se inventaron, tú aún no habías nacido, los llamaron teléfonos móviles. Porque se podían mover. Era casi milagroso. El mundo cambió.
- ¿Teléfono? ¿Qué es un teléfono?
- Pues teléfono viene del griego tele, a distancia, y fono, sonido. Vamos, que transmite el sonido a distancia, que puedes hablar con cualquiera desde cualquier parte del planeta (exceptuando ciertos túneles y montañas).
- ¿Y eso que tiene que ver con el móvil?
- Ya. Es que al principio sólo servían para hablar. No tenían la opción de Internet, ni de teletransporte cuántico, ni de condensación de fluzo. Ni siquiera modificaban la estructura del ADN. Los llamaron móviles porque, además, antes estaban fijos, enchufados a la pared, en las casas y los oficinas. Ya ves tú qué incordio.
- Pues vaya mierda.
- Oye, ¡que te voy a limpiar la boca con jabón!
- Umpf… Oye, papá, ¿y qué es el griego?
- Griego es dar por culo.
- ¿Qué?
- Anda, olvídalo, calla y cómete las ciber-acelgas.



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(En la imagen el Teléfono Chatter de Fischer-Price, creado en 1961. Su producción cesó en 1986. Hoy no cumpliría las nomativas de seguridad. Pero también tenía su corazoncito.)

lunes, enero 24, 2011

Comprar es de patriotas



Cuando veo a una joven pareja haciendo la compra en un supermercado del centro me parece muy bonito. Tienen veintimuchos o treinta y pocos, visten moderno pero sin estridencias, unas Converse, un gorrito, unos auriculares grandes de estilo retro. Seguramente tienen carrera, profesiones liberales, aunque también seguramente son mileuristas y no pueden ir a tantos conciertos como les gustaría. ¿Compramos apio para un caldo? Vete a por el arroz basmati. ¿Qué prefieres té con canela o roiboos? Si compran en un mercado de abastos tradicional la estampa es aún más hermosa, si lo hacen en un Mercadona (ese supermercado que Dios debería destruir con una lluvia de azufre por rivalizar con su perfección) se me pone la piel de gallina y difícilmente aguanto las ganas de llorar, cual Stendhal ante el sobrecogedor despilfarro fiorentino. Y si uno de los dos es asiático mola todavía más. Como Goethe en Fausto (y cito de memoria): ¡oh, instante, permanece, eres tan hermoso!

En un centro comercial de periferia una pareja cincuentona se arrastra por los pasillos por enésima vez para conseguir víveres y llevarlos al bloque. Él, con un crío vociferante encaramado a la espalda, empuja cansadamente un carro lleno de garrafas de aceite (pedazo de oferta) y papel higiénico tamaño familiar (una familia, al fin y al cabo, son muchos culos expulsando mierda). Ella trata de domar a los otros dos churumbeles, tironeando uno de cada mano, mientras se acercan a la sección de charcutería. Grotesque suburbial, chándal de táctel, mal rollo.

Sin embargo, una vez más, podría tratarse de la misma pareja en tiempos distintos, sobre todo si él o ella son asiáticos. El paso del tiempo (no sé, ¿20 años?) y la rutina del modo producción capitalista, unida a la apacible vida en la urbanización, hacen mella. Aaaaah, el devenir de las cosas, la estructura económica, la reproducción de la especie, la oxidación, no sólo de la célula, sino de la vida en sí misma y as we know it.

Átense a la pata de la cama a ver si así no pasa el tiempo.

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Anexo: Hecho diferenciales molones del Mercadona (sin orden de preferencia)

arroz negro congelado / guacamole fresco / las cremas Deliplus que curan la soriasis / el brownie con salsa de vainilla / el atún barato porque lo roban en las aguas saharauis / el humus / las pizzas congeladas a 2 euros / el pincho moruno y la brocheta de pollo ready to go / la coca de chocolate (es un pastel y no una droga (¿cuándo harán drogas de sabores?))

(en la imagen Iker Casillas y Sara Carbonero haciendo la compra como una pareja normal, según dice literalmente el blog del club de fans de la periodista deportiva. Están buenísimos, pero, sobre todo, son patriotas.)

viernes, enero 21, 2011

Niñas que están bien buenas



La cosa debió ser como sigue:

-Vogue: Tom Ford, Tom Ford, ¿qué hacemos para el próximo número? Así, algo guay…

-Tom Ford: Umpf, no sé, no sé, me pillas muy liao…

-Vogue: Venga va, Tom Ford, piensa un poco. Algo como transgresor, pour épater le bourgeois (es Vogue París)

- Tom Ford: Mmmm, a ver, a ver… ¿Y si cogemos a unas niñas de siete años y las vestimos así como modelos adultas, un poco un plan zorrón, con maquillaje y tacones, en poses cachondonas?

- ¡Ostras Pedrín! ¡Genial! ¡Becaria: busca a niñas de 7 años!

Et violá!, entonces Vogue París, en el número en el que el citado Ford ejercía de redactor jefe invitado, publicó esas fotos que habréis visto de las niñas de marras, que ni siquiera llegan a lolitas (la Lolita primigenia, urdida para Nabokov, tenía once) para su especial de regalos. La polémica está servida (¿quién se habrá inventado esta expresión?). Unos dicen que incita a la pedofilia, otros que ya vale de corrección política y puritanismo, que no es para tanto.

Los fans de la incorrección política me aburren casi tanto como los de la corrección política. Habría que sobrepasar ya estas categorías y empezar a pensar con la cabeza. Lo cierto es que no es para tanto, nadie se va a morir por la publicación de estas fotos y, como decía alguien en Facebook, seguro que a los pedófilos, por definición, no les hace mucha gracia ver a esas niñas vestidas de adultas cuando podrían verlas con sus virginales braguitas blancas y uniformes escolares. Otra cosa es el buen gusto.

A mí me parece, por una parte, una boutade para llamar la atención del personal de forma efectiva y un tanto pueril, nunca mejor dicho. Cosa que han conseguido. Por la otra, me parece algo grotesco, como todas esas cosas que son lo que no son y no son lo que son. Como esas ancianas que se visten como si tuvieran 15 años o los miembros de la banda pijopunk Pignoise que van con sus crestas a tocar a mítines del PP. Oigan, cada cosa en su sitio.

Por lo demás, el Todo Vale porque Dios Ha Muerto está muy bien visto ahora en la mentalidad (post)moderna, sobre todo en los editoriales de moda. Escandalizarse por cosas como esta o mantener un discurso de izquierdas o estar contra los toros parece rancio y poco cool, como de los noventa, como de señora que sale de misa. Después de la caída de las Torres todo eso se acabó.

Pero no se olviden que ese Todo Vale, ese arrinconamiento de la ética más elemental porque todo ya da lo mismo, fue lo que nos trajo, de mano de los de sobra conocidos especuladores financieros, de aquellos polvos, estos lodos.

Así que ahora no se quejen desde la cola del paro.

martes, enero 18, 2011



La gusta
el hálito del hielo,
su fría quietud imaginada.


Lleva 10 años en la cama
y es hermosa

Le gusta
el pálido reflejo,
la caída de la luz como un murmullo.

Después del primer aliento tras el coma,
a través de los barrotes de la lluvia,
se apaga el corazón.





Este es el primero de una serie de poemas ilustrados por la inefable Sara Herranz. Más cosas suyas aquí. Gracias.

jueves, enero 13, 2011

No me resigno

no me resigno a la esperanza tirada en la cuneta
con un tiro en la nuca, no me resigno al mordisco
de animales con piel de ausencia, no me resigno
a la casa que se cae sobre nosotros,

quien se resigna es un títere de la muerte,
un enemigo de sí mismo, un escarabajo
aplastado en el asfalto.

el mundo arde, la ciudad se derrumba alrededor
con gran estrépito y un huracán que viene del futuro
nos empuja hacia detrás, pero yo
quiero ser mercurio o mariposa
y no me resigno, no quiero resignarme, no puedo
resignarme a la mugre trepando las paredes,
a los caprichos de mi cuerpo, a las hogueras de billetes,
a las grietas.
no me resigno a no tocarte.

mientras quede un hálito de bala,
mientras quede el pulso del último latido,
mientras quede un diente para una dentellada,
no me resigno.

no me resigno al mundo en llamas.

martes, enero 11, 2011

La muerte y la doncella



La muerte, que es muy puta y está loca, se presentó ayer a mediodía cuando íbamos mi madre y yo a comer un menú del día y nos encontramos a un anciano fulminado en el suelo de la céntrica plaza de la Escandalera, en Oviedo. La muerte llegó como un calambre y me supo a agua sucia y a metal. Vino una ambulancia y unos policías, el juez no acababa de llegar, el viejo fue poniéndose rígido y morado a la vista de los morbosos transeúntes hasta que le colocaron encima un plástico blanco. Cómo debe ser salir un lunes a comprar el pan a mediodía y palmarla así, de pronto, con la comida caliente en la mesa y el año casi sin usar.

De vuelta del almuerzo mi madre me preguntó que cómo me encontraba con 30 años. Yo le dije que bueno, que las cosas son cada vez menos nuevas y excitantes y le va faltando a uno la ilusión, que cada vez hay más incertidumbres y responsabilidades, sin olvidar la coyuntura socioeconómica que mi generación le ha tocado vivir en un momento tan delicado y decisivo de la vida, pero que bah, que bien. Ella me dijo que me imaginase cómo se encontraba ella que tiene un buen montón de años más, pero que no me preocupase, que la vida no es lineal sino curva y zigzagueante y que, por ejemplo, hace 10 años, cuando yo me fui a Madrid ella conoció un hermoso renacimiento, liberada de mi, con nuevas amistades, aficiones e ilusiones renovadas. Sí, dije yo, mu bien.

Hoy, en la misma plaza de la Escandalera, en mi paseo de por la tarde, vi a una mujer y a su hija, la primera cogida del brazo de la otra. La hija tenía unos 30 años, era guapa, fuerte, muy alta, pelo muy negro, parecía que tenía carácter. La madre era igual de alta y conservaba el resto de belleza que conserva una mujer que ha sido bella y, aunque tenía el pelo ya canoso, parecía conservar, también, una sólida energía de la que había heredado su hija. Ver a una madre y una hija que se parecen mucho, y que conservan esa complicidad solo posible entre una madre y una hija, siempre me ha turbado, pues, más que dos mujeres diferentes, parecen la misma mujer en dos momentos diferentes de su vida. O que una de ellas ha viajado en el tiempo para visitar a su yo pasado o futuro.

La muerte anda rondando. Yo casi muero un par de veces durante las ya pasadas navidades: en Nochevieja me caí subiendo unas escaleras y un par de días después un camión indolente casi nos saca de la autopista a toda hostia. El año 2010 será famoso por toda la gente conocida que la ha espichado. Todo se va muriendo todo el rato, tengan cuidado. Cada vez que alguien se muere se acaba un universo.

Mañana vuelvo a Madrid, antes de que me pase algo malo. Es curioso, las lisérgicas y desastradas calles de la capital se presentan, de pronto, mucho más seguras que las de esta apacible ciudad de provincias que permanece durmiendo la siesta.

(El dibujín de la muerte y la doncella es del amiguete Edward Munch, supongo que basado en el cuarteto de cuerda homónimo de Schubert)

jueves, enero 06, 2011

La ley antitabaco explicada a los niños (una aproximación sentimental)




Era una cafetería blanca, diáfana, espaciosa, la cafetería de un hotel, el hotel Don Sancho. La gente hablaba a un volumen moderado y a través de los grandes ventanales entraba la luz en tromba desde el Paseo de las Delicias, filtrado por las hojas de las acacias, sobre todo cuando llegaba la primavera. Yo vivía enfrente y me gustaba ir a leer la prensa y desayunar con Esther, con Guillermo, con Isaac, con Ale, con Virginia. Tomábamos grandes tazones de café y charlábamos y fumábamos mientras hojeábamos los periódicos. Algunas tardes también iba solo, a fumar y a leer más prensa, tenían muchos periódicos. Era una época en la que me cuesta encontrar un mal recuerdo.

Un día entró en vigor la anterior ley del tabaco. La cafetería del Don Sancho se convirtió en un espacio sin humos. Nos apenó. Por supuesto, dejamos de ir. A veces, al pasar por delante, miraba dentro y extrañaba aquella luminosa tranquilidad, la variedad de prensa, la bollería, sobre todo nuestras reuniones matinales. Empezamos a ir La Pepa o cualquier otro sitio más desagradable, donde también éramos razonablemente felices con nuestro café y nuestro cigarro. Nunca se nos ocurrió ir a fumar al espacio libre de humos: no queríamos coartar la libertad de los no fumadores. Cada uno tenía su sitio: ellos su bar blanco y bonito, nosotros nuestra taberna, a la que ellos tampoco venían. Bien: convivían diferentes opciones, todo era posible en estricta libertad.

Por algún motivo que no alcanzo todavía a comprender la nueva ley del tabaco, que entró en vigor el día 2, viene a acabar con una libertad. Mientras antes había hueco para todos, ahora solo lo hay para unos. Algunos no fumadores se alegran: “así ya no volveré a tener la ropa oliendo a tabaco”, en su dictatorial manera de celebrar su dictatorial victoria. "Así no me atufarán con humo", "así no se me enrojecerán los ojos", todo victorias personales ante una pérdida de la sociedad. Curioso egoísmo, más aún cuando nadie les obligaba a ir a sitios de fumadores igual que yo no voy a bares de pachanga o a misa de ocho. Y no quiero que monten un garito rockero en mi parroquia porque no me guste la misa: cada uno en su sitio, yo en mi bar, los fieles con su párroco. Todos contentos. Respeto. Ahora nos marginan a la calle mientras ellos ocupan el espacio que era de todos. Los odiamos a través de la ventana con sus perfumadas ropas, eso sí, algo aburridos en sus nuevos dominios, como un niño caprichoso cansado de su regalo de reyes.

miércoles, enero 05, 2011

Scoop regional! El agua del grifo ovetense y las bizarras ondas omega



¿Qué dirían ustedes que contiene el vaso de la imagen? ¿Un delicioso ibuprofeno disuelto que viene al rescate de la más acongojante resaca navideña? ¿Un alka setzer quizá? ¿Leche diluida en agua? ¿Cal viva? Pues cuatro veces no: lo que contiene ese vaso, propiedad de mi madre, en cuya casa pasé unos días por las fiestas, es el agua que sale del grifo en la muy noble y muy leal ciudad de Oviedo.

Mi madre dice que siempre ha salido así pero yo en ningún caso recuerdo haber bebido en mi infancia o adolescencia ese brebaje putrefacto. Al cabo de un rato, esa solución blanquecina (¿será semen?) se disuelve, es cierto, el agua recupera su transparencia y no da tanto asco beber (dice mamá que es la “presión”). También es cierto que depende de la posición de la palanca del grifo o, simplemente, de la hora del día, el nivel de toxicidad del preciado líquido varía.

Yo tengo una teoría revolucionaria sobre este particular: esas partículas micrométricas que flotan en el seno del fluido son una sustancia que se aloja en las sinapsis de las conexiones neuronales, en el cortex cerebral, y que vibran excitadas por ciertas frecuencias de radiación electromagnética que, por ahora, denominaré rayos omega.

El ínclito alcalde de la ciudad, Gabino de Lorenzo (PP), tiene una máquina emisora de ondas omega colocada en lo más alto del Ayuntamiento (que además se encuentra en una elevación). Mediante la emisión de estas ondas maneja las mentes de los ovetenses, asturianos y quizás incluso españoles a su antojo y voluntad. Eso explicaría que lleve tropecientas legislaturas siendo el alcalde más votado de España. Que alguien se tomara en serio su candidatura a capital cultural europea cuando la única cultura que existe aquí es la más rancia zarzuela y la ópera. Que consiguiera desbaratar la llegada de Francisco Álvarez-Cascos a la candidatura del PP asturiano (este hombre que pretende que con haber dejado pasar algunos años olvidásemos su pésima gestión como vicepresidente, ministro de Fomento y omnímodo secretario general de su partido y al que, a la sazón, simbolizaban con un dobermann negro y rabioso). O la vez que trajo a Mickey Rourke a ¿boxear? O también cuando él mismo, el propio alcalde, actuó caracterizado como Don Hilarión en una de sus adoradas zarzuelas, La Verbena de la Paloma, sin ser fruto del escarnio público mayoritario.

En fin, cosas que pasan cuando la ciencia de la manipulación electromagnética-psicológica meets los ayuntamientos de capital de provincias.

He dicho.