domingo, septiembre 25, 2011

La amante de las tormentas


 Y de pronto, un millón de martillos caen a destiempo sobre el mismo yunque, y se quebraba el cielo con gran estruendo, parecía que se iba a abrir y mostrar lo que hay detrás, todo rugía, y ella, tan menuda, como animada por una fuerza subterránea, se levantaba de lo que estuviese haciendo y salía corriendo, en violenta hipnosis, al patio de luces, a mirar el cielo azul oscuro casi negro, violeta nocturno; se quedaba allí, bajo la lluvia, con el espinazo electrizado por la tempestad y el vello de punta, dando espasmos, y no es que no tuviera miedo, que lo tenía y mucho, pero era eso lo que vibraba, sentir su invalidez, su patetismo pálido, quedar a merced de los más crueles fenómenos naturales, imaginar que la Tierra iba a salirse de su órbita y perderse en el eterno silencio del vacío, ver cómo todo se derrumba, ser arrancada por el viento y llevada a otro lugar lejano, de rocas, de cordilleras escarpadas, de ríos salvajes y de una lluvia tan intensa, como un mar con agujeros, que le agujereara el cuerpo, que la hundiese en el fango y le hiciese conocer a los insectos; por eso siempre hablaba de la tempestad y la galerna, que se levanta de repente y sin aviso, y una vez en el Cantábrico, según contaba, se había llevado la vida de más de mil marineros; luego todo cesaba y ella entraba de nuevo en casa, mansa, húmeda y desnuda, como después de un orgasmo, la amante de las tormentas, que llevaba en su vientre al vástago del cielo, y se acurrucaba en la cama junto a mí, se hacía un ovillo mientras su respiración se templaba, y yo la abrazaba, y se iba apagando como un animal pequeño, se iba domando, convirtiendo en nenúfar, en estanque en calma sobre el que yo pasaba la mano y soplaba.



(La imagen es la Tormenta de Nieve de Turner)

3 comentarios:

Clementine dijo...

Una tormenta como esa cayó el otro dia en Vetusta, y seguro que la amante de las tormentas salió a ver que pasaba, a contar cada una de las gotas y cada uno de los rayos. Mientras algun que otro niño se escondía bajo la cama.

Txe Peligro dijo...

ay el oviedin del alma, siempre sorprende, al menos meteorologicamente

PetalosDeLetras dijo...

Qué descripción tan alocada y tierna, casi te ves (sin el casi) allí mismo en el ojo de la tormenta.
Un saludo!